Con estas impresionantes esculturas hechas a partir de tubos de plástico, botellas y mucha imaginación y talento, el artista holandés Theo Jansen trata de crear nuevas formas de vida robótica cada vez más complejas, a partir de las leyes de la evolución biológica. Estos enormes artefactos utilizan la fuerza del viento, del agua e incluso la arena de las ventosas playas de los Países Bajos para moverse mediante sistemas eficientes a la par que ingeniosos, sin necesidad de sensores ni tecnología digital.
Después de abandonar sus estudios de física en la universidad de Delft, Theo Jansen inició su carrera artística con la pintura a la edad de 70 años, pero posteriormente aplicó sus conocimientos de ingeniería al mundo del arte, primero con un robot capaz de pintar graffitis en las paredes y, posteriormente, los Strandbeest, estos enormes esqueletos mecánicos.
Ver a estos grandes ingenios en acción no deja de ser impresionante, pero el proceso de creación no es menos sorprendente. Estas máquinas tienen su origen en un algoritmo genético creado por el mismo artista. Este programa genera variaciones semialeatorias de los diseños de Jansen y al mismo tiempo los evalúa según su mobilidad, velocidad y eficiencia. Sólo los mejores resultados serán construidos y probados en las playas de Holanda, y de éstos los que sean capaces de caminar sin mojarse pero sin alejarse demasiado de la costa merecerán que su diseño sea introducido de nuevo en la máquina para recibir más variaciones aleatorias. Es un sistema de selección natural darwiniano que ha dado ya como resultado siete generaciones de máquinas cada una más adaptada y sofisticada que la anterior.
En un futuro, el artista holandés predice que sus creaciones van a desarrollar sistemas altamente sofisticados: músculos, alas, métodos para reproducirse autónomamente e incluso un cerebro para poder tomar decisiones avanzadas. El sueño de Theo Jansen es que sus criaturas no dependan de él y puedan vivir autónomamente.
A pesar de que su trabajo pasó largo tiempo inadvertido, ocultado por los increíbles avances del arte robótico, la sencillez, elegancia y eficacia de sus formas le han proporcionado un reconocimiento a nivel mundial, así como el premio especial del jurado de Ars Electronica 2005.
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